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lunes, 25 de agosto de 2014

The Pokémon Revolution: Capítulo III

Rangelus pensó que Gabi le seguiría, que no permitiría que le pasara nada, pero no fue así. Miró hacia atrás, pero no estaba. Posiblemente se había dirigido al barco, era lo más sensato, no le culpaba. Volvía a estar solo y tenía que pensar rápido.

Cientos de guardias por toda la ciudad. Algunos interrogaban a los habitantes, que si «has visto a este hombre», que «por dónde ha llegado el Fearow». También preguntaban por Rangelus; ya sabían que estaba allí, la pista del túnel era muy evidente. Otros guardias simplemente caminaban por las calles mirando de un lado a otro, como si no pudieran dejar de mover el cuello.
Estos eran fáciles de evitar. Si algo tiene Kanto, es que todas sus ciudades tienen rincones donde esconderse. Lo que realmente le preocupaba era un edificio en concreto: el antiguo gimnasio del famoso Lt. Surge.
Rangelus pudo ver como llevaban al Fearow allí y les siguió sin que se percataran de su presencia. El problema es que la puerta estaba custodiada por tres guardias y dentro habría un par de docenas. La definición gráfica de inexpugnable.
No había estado nunca allí, digamos que no había tenido la suerte de visitar Ciudad Carmín en su máximo esplendor. De modo que no sabía si el gimnasio tenía alguna entrada alternativa.
La única entrada conocida era inaccesible y no podía permitirse perder más tiempo si quería volver a ver al Fearow con vida, por esa razón no se dignó a pensar más tiempo y dio un rodeo al edificio. Por detrás habían muchos arbustos (un lugar perfecto para esconderse si vinieran los guardias) y una escalera que daba a una estrecha puerta de metal. Cerrada. Por encima había una serie de ventanas estrechas y rectangulares como las de algunas naves industriales. Con la misma cantidad de polvo que las naves industriales.
Rangelus se subió a la baranda de la escalera e intentó llegar a las ventanas. Apenas llegó a tocarlas, pero fue suficiente para comprobar que estaban cerradas.
Hizo un esfuerzo aún más grande, apoyando un pie sobre el estrecho marco de la puerta y dando un salto para agarrarse al borde del tejado. Flexionó los brazos y consiguió subir. Tomó un respiro tumbado sobre las planchas de metal antes de continuar gateando lentamente hasta encontrar alguna ventana con el cristal roto, o algún agujero producido por el óxido. Bingo. Desde aquel agujero podía ver varios guardias, pero los dos que le interesaban eran los que estaban apoyados en la pared junto a una puerta tras la que, presuntamente, estaría el Fearow. Antes de subir, había tomado la precaución de coger un par de piedras para crear una distracción. Se asomó por el agujero y lanzó una de ellas a unas cajas bastante alejadas de la puerta. Los guardias se alarmaron y uno de ellos fue a ver qué pasaba. Todavía había uno guardando la puerta, así que, su plan no había funcionado. Mientras intentaba pensar otra cosa, comenzó a oír ruidos (del Fearow, pensó) dentro de la habitación.
Pocos segundos después, el guardia que se quedó en la puerta, abandonó su posición ante la llamada de su compañero. Al parecer, Rangelus había tenido la suerte de tirar unas cuantas cosas valiosas y el guardia necesitaba ayuda para disimular el estropicio.
Era el momento perfecto. Rangelus bajó del tejado intentando no hacer mucho ruido, aunque no lo consiguió. Estaba demasiado alto y cayó bruscamente contra el suelo doblándose el tobillo. Intentó no gritar del dolor para no estropear más la situación, ya que su golpe contra el suelo no había sido suficiente para llamar la atención de los guardias.
Comenzó a andar intentando no apoyar mucho el pie y abrió unos centímetros la puerta.
Era una pequeña sala de generadores que, en su día, daban vida al entonces majestuoso gimnasio; y en su interior no había más que un pobre Pokémon casi debilitado atado con cadenas a unas tuberías de gas. No fue difícil desatarlo (solo un poco enrevesado), ya que no tenía candado. Estaba tan fuertemente atado que el Fearow no podía moverse, pero aún le quedaban fuerzas suficientes como para echar a volar y alejarlos de allí.
Salieron velozmente de la habitación y atravesaron el estrecho agujero que Rangelus había descubierto, aunque no consiguieron salir sin ser vistos.
Volaron en la dirección que el Fearow había sido ordenado sin percatarse de que varios Pokémon les perseguían.

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Solo soy una escritora novata pero, como dijo el gran Richard Bach: «un escritor profesional es un amateur que no se rinde», y no pienso rendirme.

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